sábado, 15 de septiembre de 2012

Cura sana. Capítulo 3.

Nunca fui de coleccionar objetos
ni tuve color o animal preferido

Tenía tres opciones:
Como si no le hubiera visto. Meterme a la casa. Que muriera.
Alimentarle. Que igual muriera. Llorar su ausencia
Meterle a la casa.
Alimentarle
curarle el ala, dejarle volar.
Llorar su ausencia

Este es uno de esos cuentos de historias cruzadas
con un símbolo que actúa de hilo conductor
donde lo poético se traslada al plano real
y lo realmente real no se hace evidente
hasta que no ha sido leído en estado de búsqueda

Es de esos cuentos en proceso,
de los que se maceran lentamente.
Comienza un día en la cama
con una especie de iluminación o preclaridad

Era Semana Santa,
caía la gran lluvia en Santiago de Atitlán.
Las alfombras de serrín que tapizaban todas las calles se iban diluyendo
y a mí se me venía a la cabeza los histéricos que lloran en Sevilla cuando la lluvia
y la anécdota de Miguel, que pisó una en casa de sus anfitriones en La Antigua, y ya nunca lo atendieron con el mismo cariño
Poco antes había botado un arroz con chocolate, no me agradó

Compramos dos pajaritos de madera, dos artesanías, una para mí, otra para regalo.
Le gustó que la colgara dentro de la mosquitera, bailando sobre la cobija chapina, comprada también ese día, también con quetzales bordados. Me lo dijo la misma noche que volvió a San Salvador.

- No. Creo que lo cambiaré de lugar

Le dije eso no por ser grosera, sino porque fue después de mi iluminación y ya tenía yo esa voluntad de cambio. De paso, le hacía saber de mi determinación de liberarlo, como si al levantar la cabeza y volver a mirar, fuera a entender de golpe la imagen: él era el pájaro que sobrevolaba forzosamente mi lugar más íntimo, de donde no se podía ir, porque, a pesar de que la mosquitera tenía salida, estaba colgado del cuello, y además, era de madera)

No me acuerdo cuándo lo puse ahí, de hecho creía haberlo hecho nada más llegar de Guatemala, cuando él todavía estaba... Sí me recuerdo a mí misma tumbada, mirando la panza del animal, satisfecha, pensando que cada vez que lo viera me acordaría de que una vez estuvo encima mío, aquí, que lo dejé volar por amor a sus alas y que no morí.

Cont. (...)






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