sábado, 17 de noviembre de 2012

en la terraza de San Salvador

Si me preguntan dónde fui más feliz,
en la terraza, les diré.
Mirando al volcán,
a los árboles llorones
durmiendo la siesta en la hamaca
los viernes
cargando mis piedras con la luna
desayunando café en la mecedora.
De pie, apoyada en la repisa,
espiando el jardín tao
con la mirada hacia arriba
escuchando jazz
encendiendo un globo de papel
y diciéndole adiós con la mano
suplicando que atraviese el muro
Fui feliz con el sonido de las campanillas indias bailándole
al viento de noviembre
mojándome desnuda e histérica
con el farolito de Ataco,
las conchas del Zonte,
los barriletes de Guatemala
la guitarrita de la estación central de autobuses
la máscara del maya
la caracola de Chachahuate
el mantel de San Marcos
y el flamenco de los Planes de Renderos.
Tenía una vecina a la que veía desde mi otra casa
subida a la terraza, con las rodillas pegadas al pecho
rubia y enojada,
bella
Pintada de rojo, o sucia e infotografiable
con la cena en la mesa,
y un vaso con agua y una rosa de matorral
con el barquito azul, amarillo y verde de la playa del Cuco,
que nos regaló el capitán Neptuno
En el atardecer rosa, frente al lilo
con los cantos de la misa y el vendedor de pan en bicicleta
cogiendo borracha
ahora, escribiendo este poema, tapada
con la cobija
Esperando a que la farola alumbre los doscientos cableados
y las nubes se pongan más y más moradas
con el temblor de la antena de radio
Contigo, fumando.